Edelmira Una mujer extraordinaria.
En su niñez marcó derroteros a la inteligencia y a los logros que la mujer podría alcanzar, más allá de las barreras impuestas por la sociedad. En su adolescencia y juventud, mientras florecía como una bella rosa, dejó un ejemplo de cómo debe ser el amor de verdad, manejado con inteligencia tanto como con el corazón. Pero lo que la hace verdaderamente extraordinaria es su valentía, al enfrentarse a la maquinaria del Estado, en la época más sangrienta y más despótica de toda la historia de Colombia, tratando, sola, primero, de rescatar a su esposo, secuestrado y desaparecido por esbirros de la dictadura militar de entonces, y después, tratando de lograr que se hiciera justicia contra los asesinos de él, altos militares de la dictadura, sin el respaldo de organizaciones internacionales de los derechos humanos, las que no existían en aquella época. De ella escribió bella y acertadamente la prensa colombiana: “La mujer santandereana, altiva y generosa como su tierra, nutrida de patriotismo, de lealtad y de coraje, ha sido a través de nuestra historia modelo de abnegación. Jamás ha vacilado ante el esfuerzo o el sacrificio. Desde las gloriosas jornadas de los comuneros hasta hoy, ha prodigado ejemplos de intrepidez y gallardía. Ha sabido luchar, sufrir y vencer. En épocas de aciaga turbulencia no ha sabido lo que es esconderse o retroceder ante el peligro. Ni está en su carácter callar la verdad o simular lo que no siente. Ama la franqueza como detesta la hipocresía y el enredo. No vacila en llamar al pan, pan y al vino, vino. Pero siendo su índole tan recia, tan admirablemente fuerte, no desborda los límites de la delicadeza femenina. Por eso ama su hogar, lo santifica y lo defiende sin trepidaciones. Y por lo mismo sabe enfrentarse a todo cuanto sea una amenaza para la preciosa paz de los hogares.”
En síntesis, Edelmira fue:
UN AMOR QUE TRASCENDIÓ LA MUERTE, UN VALOR QUE DESAFIÓ LA TIRANÍA, UN ASOMO DE JUSTICIA EN UN MAR DE IMPUNIDAD!
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