Diógenes conduce el helicóptero con mucha sapiencia, buscando altura al aproximarse al campamento del alto man-do, ubicado a 3,000m de elevación sobre el nivel del mar. Para llegar a las instalaciones donde se encuentra la cúpula de la insurgencia, es necesario superar los grupos de seguir-dad que rodean en forma de anillo y metidos en trincheras, un complejo habitacional construido de madera. Cuando el piloto está cerca de la zona X, como le dicen a ese sector comienzan los contactos por radiotransmisor para permitir el ingreso de la aeronave. Diógenes: Atención jefe del alto mando, soy 1, 2, 3, vuelo ave de rapiña. ¿Me oye? Estoy identificándome con el fin de lograr acceso a la zona de seguridad. Alto mando: Le escucho muy bien; 1, 2, 3, vuelo ave de rapiña. Suspendamos el diálogo mientras me comunico con los guardias de seguridad ubicados en el corredor que usted escoja. Diga por qué lado va entrar. Diógenes: Voy a entrar por el norte del campamento y con un espacio de 50m de altura por no tener suficiente com-bustible. Sin pérdida de tiempo, el alto mando entra en comunica-ción con los hombres que protegen esa área, ordenando el paso del helicóptero conducido por Diógenes sin peligro de sus ocupantes. Alto mando: Aló, 1, 2, 3, vuelo ave de rapiña. ¿Me escu-cha? Ya se impartió la orden de ingreso. Puede hacerlo. Diógenes: Le oigo perfecto alto mando, estoy ingresando al corredor. A poca distancia se escucha el estrépito que produce el motor de la aeronave que trae a Catalino y su grupo acompa-ñados de 3 guerrilleros fuertemente armados. Velozmente el helicóptero penetra por el corredor asignado y a poca altura así como fue convenido pasa sobre los 3 anillos de control o seguridad formados por elementos de confianza. Allí en un improvisado pero bien diseñado helipuerto ya se encuentra un médico con los elementos necesarios para recibir a un en-fermo como es el caso de Alfredo. Además Margarita y Pie-dad ahora tienen algunos malestares que deben ser chequea-dos por el galeno. Lentamente la aeronave comienza su de-scenso hasta tocar tierra y posarse sobre la misma. La comiti-va de recepción se encuentra presente. El primero en hacer su aparición es Diógenes seguido de Catalino y su grupo quienes cargan al enfermo y cerrando filas los 3 insurgentes. Diógenes: Comandante, la operación rescate se llevó a cabo sin mayores problemas, el único contratiempo que hubo se debió a unos fuertes vientos y lluvia. El Comandante: Veo que todo salió bien Diógenes, co-mo en todas las misiones de éste tipo. –Al ver a Catalino– vaya que sorpresa, no esperaba verte acá de ésta manera inesperadamente y haciendo tránsito por las trochas. En ese momento Alfredo sufre un desmayo y es llevado en camilla al interior de una cabaña. Catalino: La retirada de Caracas hacia Colombia por los caminos verdes, fue el recurso perfecto y más aceptable en ese momento. La situación en la capital venezolana para esos días cuando los comentarios sobre un plan extremista con el cual se desestabilizaría el gobierno eran diarios y por dife-rentes medios de comunicación masivos. Ni mis compañe-ros, menos yo teníamos velas en ese entierro, todo fue cir-cunstancial, así lo veo. El Comandante: Estoy un poco enterado del caso en par-te, y lo mejor es que están vivos. Cuando estén reposados ha-blaremos más en detalles, detrás de ti hay 3 cabañas recién construidas y listas para recibir periodistas interesados en conocer nuestros objetivos de esta lucha. No son 5 estrellas, pero si cómodas, allí pueden mantenerse todo el tiempo razo-nable. Catalino: Gracias Comandante. A vuelta de 2 días con-versaremos ampliamente sobre algunos temas comunes que nos ligan. Este recibiendo tiene características de aquellos que se les da a los héroes. Soldados revolucionarios y con el fusil apun-tando hacia arriba en perfecta formación, hacen disparos al aire. Tras repartir las cabañas entre sus compañeros en la for-ma sugerida por el comandante, Catalino se dispone descan-sar en compañía de Piedad y Margarita a quien se le nota en su peso corporal muchas libras menos. Alfredo y sus compa-ñeros se ubican en las restantes cabañas. Entre tanto Alfredo el más lastimado de todos los participantes de esta odisea re-cibe los primeros tratamientos por el médico de cabecera del comandante en jefe. Quien dirige miles de hombres levanta-dos en armas cuya meta es llegar al poder y cambiar la es-tructura del orden social colombiano. Catalino, Margarita y Piedad, después de un descanso de 4 horas, conversan de manera placentera en torno a una rústi-ca mesa sobre la que se ve un suculento sancocho de gallina con sus vituallas de yuca, plátano verde, papa, y ahuyama, para los 3. Las sillas de este modesto juego de comedor son de árboles cuyo redondel es de medio metro cortado en una medida de 80cm con el que se ha hecho el fondo. El espaldar es de palos de 2 pulgadas de diámetro por un metro de largo, unidos a la base por unos descomunales tornillos, lo que ga-rantiza una buena calidad. Catalino: Gracias al hecho de haber tropezado en plena selva con el comandante Jerónimo podemos contar a los nuestros la experiencia vivida durante tantos días. ¿Verdad Margarita? Margarita: Ajá. Mis pensamientos me decían que en al-gún momento la suerte se ponía de nuestra parte como ocu-rrió, ¿cierto Piedad? Te acuerdas del sábado que horas antes me encontré una rosa blanca y comenté contigo esas viven-cias de bastantes significados. Piedad: Es fantástico, extraordinario por decir lo menos. Los aciertos que se dan al predecir lo que viene para encima, bueno o malo. Ahora comprendo con bastante claridad por qué la fama en Caracas con tú persona.
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